Aventurarse por las noches en las carreteras de Nuevo León y Tamaulipas en estos tiempos es justamente eso: una aventura, ni más ni menos. Conlleva su dosis de adrenalina y de fe por saberse circulando en una tierra sin ley y en un designio en guerra.
Hoy, 27 de Octubre, emprendimos la aventura de viajar en la noche de Reynosa hacia Monterrey por la carretera de cuota. Un recorrido de poco más de 200 kilómetros que solía ser seguro y pacífico pero que, a partir de este año, se ha convertido en un tránsito riesgoso. Misma situación ha ocurrido con la mayoría de las carreteras en Nuevo León y Tamaulipas.
Por ejemplo, un chofer de una linea regional de autobuses de pasajeros califica a la carretera ribereña como “la boca del lobo.” Y es que ese tramo carretero va de Reynosa a Nuevo Laredo recorriendo la “frontera chica” por municipios como Díaz Ordaz, Camargo, Miguel Alemán y Ciudad Guerrero, escenarios más críticos de la guerra entre los dos cárteles que operan en el noreste del país.
Las carreteras del noreste han sido tema de innumerables historias de miedo y angustia. Familias que han sido despojadas de sus autos en plena carretera y dejados a la deriva. Autobuses que al entrar a la ciudad de Monterrey han sido abordados por sujetos armados para asaltar a los pasajeros. O historias también, por supuesto, de enfrentamientos armados.
Las carreteras del noreste han sido tema de innumerables historias de miedo y angustia. Familias que han sido despojadas de sus autos en plena carretera y dejados a la deriva. Autobuses que al entrar a la ciudad de Monterrey han sido abordados por sujetos armados para asaltar a los pasajeros. O historias también, por supuesto, de enfrentamientos armados.
Apenas hace unos días, un familiar cercano me relataba cómo en una carretera cercana a la población de Valle Hermoso, Tamaulipas, logró observar los restos de un duro enfrentamientos entre bandas del crimen organizado. Lujosas camionetas baleadas y cadáveres de combatientes caídos que eran recogidos por sus propios compañeros sobrevivientes, puestos en las cajas de camionetas pick up y llevados a despedir. Ninguna de las fuerzas federales fue vista en las cercanías.
Son historias que se repiten una y otra vez, donde sólo cambia el lugar y la víctima.
Justo hoy que salíamos rumbo a Monterrey, un duro enfrentamiento se había suscitado en los poblados de Peña Blanca y General Bravo, Nuevo León, casi en los límites con Tamaulipas. Miembros del crimen organizado combatieron contra elementos del Ejército y la Marina que suelen tener puntos de control muy cerca a la frontera estatal. Dicho enfrentamiento retrasó nuestra salida, y por ello tuvimos que ir de noche.
El trayecto fue una representación fiel de un territorio en guerra. Puntos de control militares, caravanas de la Policía Federal, muy poco tráfico civil y situaciones extrañas derivadas de hechos violentos que se llevaban a cabo en Monterrey.
Puntos de control militar
Tan pronto nos alejamos unos cuántos kilómetros de la mancha urbana de Reynosa, pasamos por el primer filtro de vigilancia. Era un retén de la Marina. Con gesto amable, pero armas listas, rostros tensos y quijadas apretadas por el enfrentamiento suscitado unas horas antes. Nos dieron el paso inmediato sin mediar pregunta.
Al llegar al kilómetro 30 donde está la aduana que marca el fin de la franja fronteriza había otro punto de control permanente del Ejército que ha construido una modesta “fortaleza” con láminas y sacos de arena como protección. Igualmente, nos dieron paso inmediato.
Procuramos ser lo más transparente posible y no generar alguna duda en los puntos de control. Conforme nos acercamos al retén, encendimos las luces interiores del auto y pusimos las manos en un lugar bien visible. El mensaje fue bien captado por marinos y soldados que nos dieron acceso inmediato para seguir nuestro trayecto.
Es importante seguir todas las indicaciones de las fuerzas federales en las carreteras. Detenernos cuando así no los instruyan y, sobre todo, ser transparentes. Quitar el papel polarizado de los cristales y encender las luces interiores del auto al llegar al retén, si es de noche. Así les hacemos más fácil su trabajo y nosotros mismos corremos menos riesgos por alguna confusión fatal.
La carretera estaba prácticamente desierta. El tráfico estaba compuesto, principalmente, por camiones de carga y autobuses de pasajeros. Muy pocos vehículos civiles.
Más autobuses, menos autos
Y es que la gente de la región que solía viajar con su familia en vehículos particulares por las carreteras del noreste, han dejado de hacerlo y prefieren ir en autobuses de pasajeros. En estos días, las compañías que ofrecen ese servicio van con frecuencia completamente llenas con gente de todas las condiciones sociales.
Por ejemplo, en su sitio web, la compañía Senda que cubre la región ha reportado un incremento del 14% en ganancias durante la primera mitad del 2010, con respecto al mismo período del año pasado. Esto ilustra la nueva conducta del viajero en el noreste que se siente más seguro en un autobús, que viajando por su propia cuenta.
Durante el trayecto hice un pequeño ejercicio de contar los vehículos que transitaban por un tramo de 10 kilómetros de la autopista. Solamente 4 automóviles particulares, 5 camiones de carga y 3 autobuses de pasajeros.
Vestigios de guerra
Uno de los pocos parajes de descanso que hay sobre la autopista es el restaurante “Los Ahijados” que marca, casi con exactitud, la mitad del camino. Además, en el lugar hay una tienda de conveniencia, gasolinería y sanitarios públicos. Hasta hace unos meses, solía tener actividad permanente. Era casi una parada preestablecida para los viajeros, ya fuera de día o de noche.
Hoy no hay un sólo automóvil ni autobús en “Los Ahijados”. El restaurante tiene todas sus mesas desiertas. Los meseros y empleados son la única señal de vida en el lugar, conviviendo con los vestigios de la muerte. Y es que en el estacionamiento del local aun persiste la porción de asfalto quemado que dejó el incendio de una camioneta durante un enfrentamiento entre un convoy de sicarios y un comando del Ejército en Marzo pasado.
En ese enfrentamiento los militares detectaron un convoy de camionetas con gente armada que se había detenido a cargar gasolina y al acercarse al lugar fueron recibidos a balazos. El combate duró varios minutos, donde se detonaron granadas y se hicieron miles de disparos. Una de esas granadas alcanzó una camioneta que se incendió y quedó totalmente carbonizada en el lugar dejando esa huella en el asfalto que hasta hoy sigue siendo visible.
Aquella noche cambió muchas cosas en la confianza de los viajeros por la autopista, pues muchas personas se quedaron varadas por horas en las casetas de peaje escuchando los sonidos del enfrentamiento. Algunos vivían su pánico sin poder comunicarse a su casa, otros tenían la frialdad de reportar por Twitter lo que estaba sucediendo.
Apenas un día antes de aquel enfrentamiento en “Los Ahijados”, el consulado de Estados Unidos en Monterrey había emitido una alerta a sus conciudadanos para que no viajaran por dicha autopista, ante el clima de inseguridad que se estaba generalizando en el trayecto.
Reportaje de Televisa Monterrey sobre enfrentamiento en “Los Ahijados”
Aun con la mente puesta en las imágenes de la franja de asfalto carbonizada y los resanes en la fachada para cubrir los orificios de los balazos, nos internamos de nuevo en la noche para seguir la otra mitad del trayecto por la autopista de Reynosa a Monterrey.
Transitamos en paz varias decenas de kilómetros. El ambiente desierto y el tráfico escaso persistió hasta que un convoy de la Policía Federal rompió la tranquilidad. Diez camionetas en fila con al menos 6 elementos cada una, se dirigía con dirección a Reynosa. A pesar del poco tránsito, los elementos se veían alertas y con las armas empuñadas. Parecían en tránsito apurado, pero no urgente, por lo que nos sentimos tranquilos de que no se dirigían a atender algún desaguisado.
Llegada a un Monterrey convulsionado
Monterrey vive momentos muy complicados con enfrentamientos un día sí y el otro también. Es el escenario de conflicto entre varios cárteles que se disputan la plaza. Conforme nos fuimos acercando a la entrada a la ciudad, el tránsito se aceleró.
Antes de llegar a la última caseta nos dimos cuenta que algo estaba pasando en Monterrey, pues un convoy de 4 camionetas civiles iba a toda velocidad, escoltado por el mismo número de patrullas de la policía municipal a sirena abierta. Parecían ir huyendo de algo.
Fue casi en el mismo punto donde a principios de Septiembre un grupo de sicarios pusieron un retén para extorsionar a los viajeros. En aquellas ocasión también estaban escoltados por patrullas de la policía municipal. El retén fue detectado y disuelto por el Ejército, dando muerte a 5 sicarios, mientras que otros lograron huir ayudados por la policía.
Conforme ingresamos a la ciudad pudimos notar un gran despliegue con decenas patrullas municipales y sirenas encendidas sobre la avenida Morones Prieto.
Unos minutos antes se había lanzado una granada contra una guarnición de la Policía Federal y a eso se debía todo el movimiento de patrullas y, posiblemente, también la huida del convoy civil escoltado por policías municipales.
Apresurados e inquietos nos dirigimos de inmediato a casa. Nada de merodear. Habíamos salido de una ciudad convulsionada para entrar a otra, pasando por una carretera tensa, vigilada, con miradas suspicaces que observaban desde las penumbras.
Todo es más tranquilo por el día, cuando las sombras se desvanecen. Lo único que podríamos recomendar, de momento, es: eviten viajar de noche, pues las noches ya tienen dueño.
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