miércoles, 6 de octubre de 2010

El Narcotráfico somos todos


Hace unas semanas veía una entrevista con Tony Hernández, vocalista de "El Gran Silencio". El programa en que salió se llama Taller Abierto y pasa por Multimedios. Desde hace varios años soy un seguidor de este programa pero, en esta ocasión, las palabras de Tony se quedaron resonando en mi cabeza por mucho tiempo.
Me abrió los ojos a otra visión de las cosas. Me hizo darme cuenta que la situación actual de violencia y descomposición social tuvo un origen simple, pequeño y muy próximo.

Aquellos actos de corrupción que nosotros veíamos pequeños e ingenuos crecieron como una gigantesca bola de nieve que se ha vuelto incontenible y que por su proximidad nos empieza a arrollar.

"Hemos sido hipócritas con la legalidad y con el estado de derecho," señala Tony en la entrevista. "Esa es una muy manoseada frase. A mí me surra cuando veo un político y me dice 'El estado de derecho...' ¡Chingas a tu madre! Nos están picando los ojos y nosotros somos como esos caballos que el ranchero le da sus chingazos. Primero lo soba para montarlo y luego le mete sus nalgadas para que arranque. Ya nos volvimos en ese tipo de gente, como esos caballos."

"Aceptamos la impunidad. Nuestro límite de corrupción era el meterte en la fila de las tortillas de 'Hey camarada, métete aquí. No hagas cola.' Ya sobrepasamos el límite," agregó Tony.


La cultura de la corrupción
Y cuánta razón encuentro en sus palabras. Nosotros mismos generamos y enquistamos la cultura de la corrupción. Actos como el que Tony Hernández ejemplifica, meterte en la fila de las tortillas, hacer acordeón en el exámen, darle al tránsito para el "chesco." Lo hacíamos aun sabiendo que estaba mal, pero el fin siempre pareció justificar los medios.

Lo racionalizábamos pensando que esa corrupción formaba parte de nuestra picardía mexicana, del "a mí no se me cierra el mundo." Era como el alburear a otro y sentirnos "chingones" por imponernos en ese juego de palabras. Considerábamos la corrupción como parte de nuestra vida cotidiana. "El que no tranza, no avanza," fue una frase que se grabó sobre mármol con letras de bronce en nuestra historia.

Pero nuestros límites de corrupción comenzaron a ser elásticos. Buscábamos más atajos y más rapidez. Queríamos menos espera y menos sacrificios. De eso se alimentó la bola de nieve para crecer.

Hoy aquel tránsito, cuya comprensión comprabas con 20 pesos para el "chesco", ya considera la corrupción como modus vivendi. En Reynosa, un tránsito ya no se conforma con 20, 50, 100 o 200 pesos. Ya no. Así que, o le pagas lo que el quiere, o te lleva "con la gente" que básicamente es entregarte al crimen organizado para ser víctima de una extorsión mayor.

En el camino perdimos nuestra noción del bien supremo, del objetivo mayor que se escondía detrás de lo inmediato. 

Comenzamos a buscar un bien rápido sin preocuparnos por lo que construíamos. El día de la elección depositábamos nuestro voto por el mismo de siempre, aunque supiéramos que no era lo correcto. Sabíamos que esa opción nos tenía sumidos en décadas de corrupción, demagogia, pan y circo. Pero teníamos un conocido del candidato que nos podía conseguir "hueso" en el ayuntamiento, en alguna dependencia o donde fuera. Le pusimos precio a nuestras convicciones.

Nuestras miras sólo pudieron ser inmediatas, y de eso se alimentó el cáncer.

Finalmente, la bomba terminó explotando en nuestras propias manos y el gran problema está ya aquí, ineludible, omnipresente. Pero finalmente es también hoy, cuando nos damos cuenta de lo que hicimos mal, y de la responsabilidad que a nosotros nos toca.

Y es que no, esta no es la guerra de Calderón, sino la guerra de todos nosotros. Es la guerra que tal vez no todos pedimos, pero que casi todos propiciamos.

Lo he mencionado varias veces en el blog. Ya nos dimos cuenta de lo que generamos y del costo que hemos pagado. Pero nuestra mente está más clara. Cuando platico, leo o escucho a los demás percibo que hay una necesidad de cambio, de nuevas metas. De un despertar de conciencias.

Y lo que Tony Hernández señala en su entrevista es un sentimiento compartido. Es una voz digna y  desesperada que se convierte en un clamor general. Nos han caído muchos "veintes."

Percibo un sentimiento de transmutación, renovación y renacimiento.

La Reconciliación Nacional
Un día se me ocurrió hacer una encuesta en Twitter, pequeña e informal, pero algo representativa del sentir general. "¿Te sientes responsable en algún grado, por pequeño que sea, de la situación de violencia actual?," preguntaba la encuesta.

El 89.3 % dijo que sí se siente responsable en alguna forma de la situación actual. El 10% dijo que no. La cantidad total de votantes fue de 132.

Debo reconocer que los resultados me sorprendieron. Esperaba algún porcentaje de responsabilidad, pero no el 90%. Me ilusiona la capacidad de autocrítica que estoy notando, porque siento que ese es el primer paso para poder abrir nuevas veredas.

Estamos a menos de 2 años de volver a las urnas para escoger a nuestro próximo Presidente de la República. Nos esperan meses de amplia información y propaganda. Seremos bombardeados de discursos, manoteos, calumnias, acusaciones y falsas promesas.

Pero es una magnífica oportunidad de manifestarnos y exigir, de no regalar nuestro voto ni vender nuestras convicciones. Llegará el momento de informarnos obsesivamente de los candidatos, de comprar los libros que publiquen y leerlos, de ver sus entrevistas en todos los medios, de leer todas las opiniones, de ponerlos estrictamente bajo la lupa. Preparémonos para tomar la decisión más informada y más ilusionada de nuestras vidas. Es un momento crucial para nuestro país.

Olvidémonos de la demagogia clasista de siempre, ricos vs. pobres. De las pugnas ideológicas de siempre, izquierdas vs. derechas. Hoy estamos para otras cosas, para mirar el bien supremo e ir en esa dirección.
Es el momento de la Reconciliación Nacional.

Abajo pongo la entrevista completa con Tony Hernández. Aborda varios temas desde la perspectiva de Monterrey, donde vive, pero nos daremos cuenta que el problema es más común que cualquier otra cosa. Que aun en Reynosa, Matamoros, Tampico o donde sea, nos sentiremos identificados con su proclama. Dejemos que sus palabras resuenen en nuestras mentes.





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