Hay momentos en los que busco, simplemente, evadirme de los temas de seguridad o, mejor dicho, de la falta de ella. Recurrir a información de otros tópicos y distraer la mente de los acontecimientos que cansan, agobian y encierran.
El futbol parecía una buena opción. Entré a MedioTiempo.com y de inmediato busqué la columna de Martín del Palacio, uno de mis colaboradores predilectos de ese medio. Martín trabaja para el portal de la FIFA y vive fuera del país, pero mantiene una percepción muy aguda de lo que sucede dentro de él en términos del futbol local, prensa mexicana, y demás.
Después de leer su columna quedé más preocupado de lo que estaba antes. Entré buscando futbol para el “desenpance” y me topé con otra vertiente de la situación violenta que vivimos.
La columna se titula “Algo está podrido en el país.” Sin duda, muy ilustrativa de los tiempos.
Habla sobre la absurda polémica que vive la Selección Nacional luego de que se anunciaron las sanciones a los jugadores que participaron en una fiesta dentro del hotel de concentración después del último juego amistoso en Monterrey.
“Algo está podrido en México,” señala del Palacio en su columna. “Algo que va mucho más allá del ambiente futbolístico, pero que, como extraordinario reflejo de la sociedad que es, se puede describir con los avatares de lo que pasa con los seleccionados.”
Acusa a los medios de comunicación que sólo buscan abordar la vida privada de los jugadores para vender periódicos sin importarle el clima de crispación que generan.
Los últimos tres párrafos de su columna me dejaron pensando:
Me angustia la visceralidad que engloba a la sociedad mexicana. Donde lo que vende es el chisme. Donde la gente afirma que Carlos Vela debería ser suspendido de por vida del Tri, “por no echarle ganas”. Donde el futbol enciende tantas pasiones porque es mejor cerrar los ojos a lo que pasa a nuestro alrededor. Donde se ven teorías de la conspiración por todos lados. Donde rige la ley de la selva y no hay mecanismos de protección a la ciudadanía. Donde más de la mitad de los niños sufren de obesidad y las maestras siguen vendiendo dulces en el salón. Donde la izquierda y la derecha son incapaces de ponerse de acuerdo en nada y el país sigue en manos del narco. Donde hasta el “pan y circo” está plagado de violencia reprimida porque eso es lo que se respira en el ambiente.
Cuando los Periodistas mexicanos hablan del “mal ejemplo a los niños” por las actitudes de los futbolistas, siempre me dan ganas de reír. En un país con los mayores índices de violencia doméstica, tasas de obesidad, falta de preparación de los maestros, créanme que hay muchos ejemplos peores que unos chavos que se fueron de fiesta cuando se había acabado su trabajo.
El futbol es un reflejo de la sociedad. Y lo sucedido en estas semanas no hace sino confirmar que, ni siquiera en nuestros espacios lúdicos somos capaces de abstraernos de la situación que permea en el país. Ojalá que cambien las cosas, en la vida, en el deporte y con todo lo que tenga que ver con México y que en un futuro seamos capaces de diferenciar lo realmente importante de lo que no vale la pena.
La polarización desquiciante
Con el tratamiento que se le ha dado al tema “reven-gate” de los futbolistas, me queda la sensación de que la crispación gusta. Nos la venden y la consumimos. Y eso se debe a que la polarización que se vive en el país desde hace algunos años nos ha alcanzado por completo a todas las esferas de la sociedad y la hemos abrazado.
Esa crispación nos ha llevado a perder la capacidad de diálogo y debate. Nos ha llevado a no ver nada de valor en quien piensa diferente a nosotros. Lejos de dialogar y debatir, hemos preferido molestarlos, darles la contra en todo, y ponerles todos los obstáculos que se nos ocurran.
Hoy todo es blanco o todo es negro. Eres de derecha o eres de izquierda. O eres lopezabrodorista o calderonista. O apoyas la guerra contra el narco o de plano la repudias. No hay puntos medios ni matices. Hemos puesto la carreta por delante de los bueyes. Primero clasificamos y luego observamos, cuando la lógica nos dice que debiera ser lo contrario, para poder clasificar algo, primero habría que observarlo para saber qué es.
Un ejemplo de esto lo dio una twitera que tras la muerte de Germán Dehesa, su primera reacción fue que “era un tipo ocurrente, de gran habilidad verbal, de esa derecha más lustrada que ilustrada, q.e.p.d.” Es decir, el primer criterio de juicio es si Dehesa era de derecha o de izquierda. Como a ella le resultó un escritor de derecha, agregó que “era un reaccionario en toda la extensión de la palabra y un excelente escritor de segunda.” Posteriormente, compara: “Carlos Montemayor tenía muchísimo más oficio literario y no se hizo tanta alharaca, seguramente porque era de izquierda.”
Está claro. Primero clasifica y luego observa. El sólo hecho que Dehesa fuera de izquierda, habría cambiado su posición sobre el tema.
Y es que, para algunos sectores de la sociedad, todo se divide en derechas e izquierdas, y a partir de ahí, se juzga cualquier tema. Los que hoy se dicen de izquierda critican la presencia del Ejército en las calles porque les parece de derecha, olvidándose que Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, fue una de las primeras voces de la política que pidió el apoyo del Ejército en temas de seguridad pública al solicitar la presencia militar en el penal de La Palma (La Jornada, 5 de enero de 2005).
Y es que nos hemos equivocado todos. Nos hemos peleado a muerte por defender a políticos que no valen la pena, que hoy dicen una cosa y mañana se les olvida, en una amnesia condicionada al calor de los intereses políticos y la lucha por el poder. Y así son todos. Unos hablan de austeridad cuando sus hijos usan tenis de varios miles de pesos, y los otros han preferido encubrir culpables para no pagar costos políticos como lo ha hecho Felipe Calderón en el caso de la tragedia de ABC.
De pronto reina la crispación. Y la violencia está en todos lados. Hay violencia verbal, violencia política, violencia sobre lo que se debe poner o no en los anuncios clasificados de un periódico, y violencia… hasta en la prensa de futbol.
Cada vez es más facil tomar una postura violenta sin necesidad de tirar un sólo golpe.
Y al final, aquellos bandos políticos que polarizaron el país, terminan aliándose para tratar de ganar el poder. Ese es el botín supremo.
Como ciudadanos, llegó el momento de presionar a toda la clase política y dejar de polarizarnos. Cada quien seguirá defendiendo su posición, pero al país le urgen matices, le urge análisis y le urge propuesta.
Esa debe ser la prioridad: proponer. Olvidarnos de la queja y la contra permanente, para poder reforzar ideas, perfeccionar proyectos y darles representatividad.
Si no lo hemos podido hacer, es síntoma grave de que estamos mal.
Por eso, coincido con Martín del Palacio. Algo está podrido en el país y, como en los fruteros, la podredumbre se propaga, cada vez más, hacia otros sectores sociales.
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